El salmo uno también dice que los que son felices son como el árbol plantado junto a la fuente, que a su debido momento da su fruto., sus hojas no marchitan y todo lo que haga será exitoso. Cuando nuestra felicidad está en Dios, nuestra vida lanza sus raíces en lugar fértil. Cuando la palabra de Dios es nuestra fuente de placer, somos un árbol junto a la fuente, siempre verde y cargado de frutos.
Cuando nuestro placer borbotea del trono de Dios, el mundo a nuestro alrededor puede estar seco como como un desierto, aun así florearemos y fructificaremos como un árbol plantado junto a la fuente. El impío, el que desprecia a Dios, es como paja que se la leva el viento. Ese no tiene vida ni estabilidad. Cuando hay temporal pierde sus raíces y se lo lleva el vendaval. La verdadera felicidad no está tanto en el poseer, sino, sobretodo, es fruto del ser. ¡Esa fuente de vida es el mismo Dios y el que está plantado en Dios es verdadera mente feliz!
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